Hoy me dispongo a daros mi humilde análisis sobre una de las obras que he leído este verano: Cuando llueva en Marte.
Rubén F. Uceda nos presenta una novela que se mueve, con mucho acierto, entre las aguas de la novela de ciencia ficción y la novela policíaca. La trama nos sitúa en la única colonia humana en Marte en el año 2170, cuyos habitantes viven preocupados por el inminente impacto de un asteroide contra el planeta rojo. En este contexto, el capitán de la policía de Marte, Nicklass Magnussen, un hombre con un pasado incierto que además cuenta con un ojo biónico, será el encargado de resolver un asesinato acontecido en misteriosas circunstancias en el borde exterior de la colonia.
Antes de nada, me gustaría tratar de acotar lo que Rubén coge de cada uno de los géneros que fusiona. Para ello, como ejemplo me gustaría citar “I, Robot” de Isaac Asimov, el maestro de la ciencia ficción. Y es que, a modo de analogía, al igual que en el genial título de Asimov, Rubén nos emplaza con mucho acierto en un futuro tan cercano como verosímil. Quiero decir con esto que en “Cuando llueva en Marte” encontraréis avances tecnológicos del todo creíbles, pero no hallaréis sables láser ni cosas demasiado “mágicas”. Por otro lado, siguiendo la línea de la mítica cinta Blade Runner, Rubén nos plantea un planeta solitario, que si bien no tiene un detective tan solitario como el film de Scott, sí nos presenta a un hombre que pese a estar rodeado de gente, siente una profunda soledad.
Por otro lado, de la novela negra, Rubén bebe de Henning Mankell y de su detective Kurt Wallander en cuanto a que su detective tiene un equipo muy resolutivo, con el que mantiene reuniones; en cuanto a que se reflejan sus pensamientos sobre las relaciones personales de un modo completamente natural y cercano. Nicklass, como decía, tiene un pasado del que no se sabe demasiado. Me parece éste un rasgo estereotípico en los detectives, pero muy lejos de considerarlo como algo negativo, a mí me encanta que así sea. Me gustan estos detectives que tienen fantasmas de su pasado sobrevolándoles sin ninguna piedad y personalmente creo que nunca deberían pasar de moda.
La novela tiene un sinfín de puntos a analizar, pero voy a intentar enumerar a continuación los que considero más llamativos para mí, que siguen siendo muchos.
- Rubén tiene una capacidad para crear escenas muy diferentes entre sí. ¿Cómo lo hace? Sigue varios procedimientos que combina a la perfección. Por ejemplo, si dos escenas diferentes suceden en el mismo lugar, introduce con mucho acierto elementos nuevos, generalmente centrados en cómo se sienten esos personajes ahora, alejándoles con total naturalidad de cómo se sintieron en esa sala unos capítulos atrás. Hay escenas en despachos, con altos dirigentes; momentos en piscinas, en mitad del vasto desierto marciano… Esa riqueza de emplazamientos va avanzando al mismo tiempo que la trama y consigue con ello que no se vuelva tediosa ni por un solo instante.
- Yo siempre suscribo lo que dijo Oscar Wilde: “Un escritor solo tiene que tener algo que contar, y saber contarlo bien”. Nos encontramos en infinidad de ocasiones con historias sobresalientes ejecutadas de un modo “correcto”, sin alardes estéticos. No es el caso. Llama la atención que un autor novel como Rubén, haya sido capaz de cuidar al milímetro su gramática, sus sinónimos, las explicaciones, el equilibrio entre diálogo, descripción y acción. El brillante argumento luce muchísimo más con esta prosa ágil pero adornada, que nunca llega a hacerse pedante. En este sentido puedo ver de nuevo trazas de Henning Mankell en el autor.
- Me ha encantado la división de capítulos. Hay capítulos protagonizados por Nicklass, y capítulos “flashback” protagonizados por la víctima del asesinato. Este procedimiento, también utilizado magistralmente por Víctor Mirete en “El dragón perdido”, consigue crear la necesidad de saber cómo sucedió la muerte de este personaje, y por otro lado, saber qué hará la policía al respecto. El ansiado momento en que ambas historias confluyen finalmente, es sencillamente insuperable.
- Las novelas policíacas y las de ciencia ficción suelen adolecer de lo mismo, pero Rubén parece haber tomado nota de ello y ha regateado el asunto de manera exquisita. Hablo de la variedad de personajes. Si bien algunos personajes no nos ofrecen demasiada profundidad, nos encontramos con unos cuantos que son tan diferentes entre sí, tan peculiares, que nunca nos equivocaremos al verles. ¿Cómo lo logra? Además de que cada uno tiene sus características físicas muy diferenciadas, muy bien descritos; cada uno habla de una manera, y tiene una personalidad muy definida, que te suele anticipar cómo va a responder en una conversación. Creo que este acierto es tan clave como el argumento. Podemos encontrar, además de Nick, a un forense que padece de síndrome de Asperger, por lo que es desgarradoramente sincero y divertido; una policía que es atractiva como pocas, que disfruta libremente de su sexualidad y que no necesita que ningún hombre la guíe; un hombre de gusto refinado con el que solo se pueden mantener conversaciones interesantes; y un presidente corporativo que utiliza un moderno exoesqueleto para poder moverse.
Solo he podido encontrar una cosa mejorable, o que al menos a mí me chirrió un poquito, y es que el capitán Magnussen tiene una habilidad de la que quizás abusa demasiado, y acaba dando la impresión de que si la utilizase continuamente no habría forma alguna de que ningún criminal escapase de él. Estoy convencido de que en futuras novelas, no sea tan fácil que Nicklass use este “súper-poder”, o que le repercuta y pague algún tipo de consecuencia. Seguro que al respecto de este Deus ex machina, el autor ya había tomado decisiones antes incluso de terminar su primera obra, porque se deja caer en la novela que podría tener consecuencias graves para el protagonista.
Resumiendo: Cuando llueva en Marte es una de las mejores novelas policíacas que he leído, y leo muchas. También es una de las mejores novelas de ciencia ficción que he leído (de estas no leo tantas). El argumento es sublime, con giros inesperados. Los personajes equilibran su importancia con la de la trama. El autor da pie a una posible precuela y a una larga lista de futuras secuelas.
No hay duda de que Nick Magnussen ha llegado al panorama literario para quedarse, y yo lo celebro con un brindis con vino cultivado en Marte.